Karmina Valenzuela: "Llegué feliz extendiendo los brazos"


IM Switzerland 2015

Llegué a Zurich el viernes 17 de julio al mediodía, donde me esperaba mi pololo, Rubén, que también compitió. Llegué un poco preocupada por el jet lag y que no me fuera a pasar la cuenta. Por primera vez en mi vida seguí al pie de la letra los entrenamientos y fui muy disciplinada. Era mi primer IM y no quería cometer errores evitables, pero por razones de pega no pude viajar antes. Al llegar noté de inmediato el calor que hacía, sólo esperaba que no estuviera así el día de la competencia.

Ya el sábado en la noche no tuve sueño. Sentí que pasaban y pasaban las horas y yo sin poder dormir. Tuve que hacerme la idea de correr una carrera exigente con 3 horas de descanso. Nos levantamos a las 4 am, desayunamos y nos fuimos al parque cerrado.

Se me pasó rápido el tiempo. Los organizadores anunciaron que se nadaría sin traje y pensé que eso sería bueno porque detesto el traje, pero a la vez es malo porque no soy rápida en el agua. Cuando llegó el momento de la partida, perdí a Rubén y no logré distinguirlo entre la multitud. Mientras lo buscaba me logró identificar otro chileno, gracias a la bandera estampada en mi ropa. Hablamos unas palabras y de pronto se escuchó la señal de la partida. Rápidamente presioné start en el reloj y me lancé al nado entre la multitud.

El agua estuvo exquisita. Nadé muy tranquila, disfrutando lo que sería lo más fácil del día, pero salí desorientada y con mucha dificultad a la T1. Me eché un litro de bloqueador y agarré la bici. Conocía bien la altimetría del circuito porque la había estudiado, 30 kilómetros de plano y después muchas subidas. Todo salió como lo había planificado, en cadencia, velocidad promedio, hermosos paisajes bordeando el lago (praderas verdes con vacas con campanitas en el cuello que sonaban con el viento, como en Heidi), mucha gente dando ánimo, todo perfecto.

Las subidas fueron bastante fuertes, utilicé el cambio más liviano y me fui de pie arriba de los pedales. Lo bueno es que soy bastante hábil cuesta arriba, así que adelanté a muchos competidores (que luego me pasaron en la bajada, pero eso es un detalle). En el kilómetro 82 vi a mi pololo que ya estaba empezando su segunda vuelta. Lo vi bien, así que me puse feliz por él, aunque fuéramos unos 15 minutos más lento de lo planificado.

Sentí el calor en mi cerebrito atrapado dentro del casco y decidí parar en un punto de abastecimiento, para así refrescarme. Era un verdadero horno, la gente salía de las casas a tirar agua con la manguera o incluso con baldes, por lo que había que ponerse en una fila para pasar debajo de los chorros de agua y así prepararse para lo peor: La subida más dura era equivalente a subir el cerro San Cristóbal por Pionono. Digamos que fácil no fue, sólo pedaleaba pensando en llegar rápidamente al siguiente puesto de hidratación para darme otra ducha con la caramagiola.

Pero ya que estaba ahí, tenía que terminar la carrera, sólo debía seguir subiendo. No tenía dudas de que era capaz de hacerlo. Finalmente, con una hora de retraso según el plan, llegué a la T2. No sabía sí reír o llorar, porque aún me esperaba una maratoncita a pleno sol. Pero correr me fascina, así que me eché otro litro de bloqueador y me lancé al trote. Pronto ví a Rubén que va unos 10 minutos delante mío. Me motivó que tratara de que no aumentara tanto la diferencia. Disfruté mucho el recorrido, gracias a la multitud que nos daba ánimo para continuar.

Veía a mi pololo cada 5 kilómetros, así que nos fuimos dando ánimo continuamente. Me preocupé de hidratarme bastante y mantener el ritmo planificado. Ya en el kilómetro 30 tuve a Rubén a sólo 200 metros de diferencia. Pensé que podría alcanzarlo y así llegar a la meta juntos. Pero el cansancio me afectó cada vez más. Como que se me agotó la pila, y movía los pies por inercia, queriendo que todo terminara pronto. En un momento me sentí pésimo, de hecho no caminé sólo para poder terminar lo antes posible.

A duras penas llegué al kilómetro 38 donde le entregué ánimo a Rubén que se fue directo a la meta. Tomé fuerzas y apuré el paso porque quedaba poquito. Al cruzar la meta, llegué feliz extiendo los brazos, dando gracias por tener la salud y la posibilidad de hacer esto que tanto amo. Y lo logré, competí en mi primer Ironman, me gané esa medalla de finisher y un abrazo con mucha emoción y amor de Rubén… ¿Y el reloj? Hacía varias horas que me daba mismo!!

Karmina Valenzuela
Team Bustos

Fecha de la carrera: Domingo 19 de julio de 2015

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