Ernesto Aramburú: IM Brasil 2013


Todo partió en Julio de 2012, cuando me inscribí en el TYM por recomendación del gran Víctor Flores. De inmediato enganché con la buena onda del grupo y de Rubén, así que cuando me contaron que había unos 25 inscritos para Brasil empecé a motivarme y a buscar cupo con Ken Glah, sin saber mucho en lo que me metía, ya que había corrido varios medios, pero un Ironman completo era algo que veía como un objetivo muy lejano.

Al principio no hubo muchos cambios en la carga de entrenamiento, aunque sí más foco y motivación grupal, que se sentía sobre todo en las carreras: Puerto Velero, Piedra Roja, entremedio la maratón de Buenos Aires y finalmente Pucón, donde realmente noté la diferencia de ser parte de un equipo, fuera de la carrera misma que superó todas mis expectativas a pesar de lo dura que estuvo.

A partir de ahí se empezaron a alargar los entrenamientos en forma exponencial, hasta llegar a peaks de 200 km de ciclismo “aeróbicos” y 1 hora de trote el sábado, para levantarse a pedalear 60 km y 30 km de trote el domingo, algo que antes me habría parecido un suicidio. Más encima este año se alargó el horario de verano, con lo que era imposible partir antes de las 7 am, porque estaba oscuro y en consecuencia llegaba a la casa muerto tipo 4 de la tarde, lo que significó un sacrificio familiar y social no menor.


Comiendo pan amasado en uno de los pedaleos largos con el TYM

También me tocaron bastantes viajes de trabajo, así que me las tuve que ingeniar para seguir el plan bajo el calor de Sao Paulo, la nieve en Rotterdam, la contaminación en Shanghai, la altura en Bogotá, el tráfico en Ciudad de México y sobre todo la monotonía de las trotadoras y bicicletas estáticas. Por otro lado, también recorrí corriendo lugares espectaculares como el Tibidabo y las playas de Barcelona o el jardín del Turia en Valencia y me metí a una media maratón en Central Park, así que no me puedo quejar, menos si los pasajes a la carrera se pagaron con los kilómetros acumulados. Eso sí, conseguir piscinas fue bastante más difícil y después de cada viaje inevitablemente volvía al final de la fila en las pistas del Stade Francais, esforzándome al máximo por no descolgarme del grupo en las series.

De todas formas, se notaba cómo los esfuerzos rendían frutos y las transiciones eran cada vez menos sufridas, por lo que confiaba en que si seguía conscientemente el plan de entrenamiento podría hacer una buena carrera. Por suerte no tuve lesiones ni enfermedades, a diferencia de varios compañeros que venían muy bien y quedaron en el camino o llegaron bajo su nivel óptimo, lo que le da doble mérito a sus llegadas. Incluso pude darme el lujo de participar de algunas carreras que no quería perderme por ningún motivo, como el Top 100 y la maratón de Santiago.

Y así llegó finalmente la semana de la carrera. Desgraciadamente, a 5 días de partir a la Jesu (mi señora, manager, nutricionista, psicóloga, fotógrafa y barra) le vino un dolor muy fuerte que resultó ser un cálculo renal y la mañana del Jueves le confirmaron que no podía viajar, lo que me bajó bastante el ánimo, ya que a estas alturas el desafío era compartido y además nuestro plan era pasar una merecida semana en Rio después de la carrera desconectados de todo.

Me quedé en Canasvieiras, parte del circuito de trote, pero algo alejado de la expo, partida, meta, etc., que estaban en Jureré. Ken Glah tenía buses continuamente, pero de todas formas se pierde bastante tiempo en traslados por lo que no lo recomendaría. La expo realmente era realmente muy cara y pocas cosas que valieran la pena; mucho más llamaban la atención las bicicletas y ruedas de los brasileros, que ya se las querrían los pro en el Giro. Lo más impresionante es que ni siquiera las echaban en un bolso para llevarlas en el avión (simplemente les desinflaban un poco las ruedas y las entregaban en el counter con pedales, caramaggiolas y hasta gps puestos).

El viernes Jureré ya estaba convertido en un desfile de lycras, las calles llenas de gente corriendo y pedaleando, o arrasando los buffet “por kilo” donde daban videos de la carrera en años anteriores. La tallarinata muy parecida a la de Pucón, pero en una carpa mucho más grande que el salón del hotel y sin discursos. De todas formas sirvió para que nos juntáramos todos los del TYM y escuchar algunos últimos consejos de Rubén, los Cárdenas y otras leyendas del grupo. De ahí a dejar listas las bolsas para ciclismo, trote y special needs, ya que todo se entregaba el sábado y a la carrera se llegaría sólo con lo necesario para la natación. En mi opinión esto es mejor, ya que hay menos nervios de olvidarse de algo a último minuto y además estaba muy bien organizado, con horarios según los números y un/a voluntario/a que acompañaba a cada atleta por el parque cerrado al lugar donde quedaba la bicicleta (cubierta con una bolsa especial), dejar las bolsas y pintarse los números. Luego de vuelta al hotel a tratar de dormirse temprano.


El TYM en el IM Brasil 2013 (faltan algunos)

Una semana antes, el TYM se juntó a hacer pronósticos y apuestas de tiempos, pero yo estaba de viaje y luego no quise participar por mail ya que por un lado no quería ponerme ninguna presión adicional y por otro realmente no sabía muy bien qué esperar. Pensaba que si todo iba bien podría lograr 1:15, 5:20 y 3:40 más las transiciones, tal vez bajar un poco en el nado y la bicicleta, pero luego el trote era una incógnita. Algunos hablaban de la barrera de las 10 horas, de llegar a la meta antes de que se pusiera el Sol y tener foto de la llegada con luz de día, pero la suma simplemente no me daba. Al ser mi primer IM mi meta era llegar, el resto se vería en el camino.

El domingo éramos unos 12 del TYM juntos al borde de la playa, así que salió un buen “C-H-I” minutos antes de la partida. Rápidamente los codazos y patadas me indicaron que debí haber salido más atrás así que decidí tomarlo con calma y de a poco me fui abriendo para nadar con más espacio, sino más valía ponerse el casco en la partida. El recorrido era una M saliendo a la playa en la mitad. Ahí se pasaba por un pasillo muy estrecho donde se perdía algo de tiempo, aunque se podía aprovechar de tomar agua y arreglar los anteojos. El segundo triángulo fue más tranquilo y cuando salí me sorprendí al mirar el reloj y ver que a pesar de no haberme exigido mucho marcaba 1:05, lo que daba para ilusionarse.

La transición incluía unos 200 metros de trote, voluntarios que ayudaban a sacarse el traje, duchas con agua dulce y luego pasar por los ganchos a buscar la bolsa por número y a cambiarse al camarín, así que se perdían varios minutos. Aproveché de pasar al baño ya que se venía un largo pedaleo.

El ciclismo partía con varias curvas cerradas, pavimento rugoso y adoquines además de algunos lomos de toro, pero ya saliendo a la carretera se agarraba buena velocidad y se mantenía fácilmente. Rodrigo Parra me prestó unas ruedas de perfil (60 adelante y 80 atrás) que ayudaron bastante y rápidamente estaba pasando a muchos triatletas y alcanzando a varios compañeros. Me sentía bien y mi ritmo cardíaco estaba dentro del rango, así que decidí jugármela por mi disciplina más fuerte y seguí metiéndole fuerza a los pedales. Los primeros 40 km pasaron en 1:03 y no me lo creía. Por otro lado, también me preocupaba de comer bastante para poder aguantar el trote. En total fueron 6 geles, 4 plátanos, 3 galletones Honey Stinger (buenísimos) y una bolsa de gomitas, más unos 5 Gatorade. Había estaciones de hidratación cada 10 km, pero había que tener bastante cuidado con las botellas vacías que quedaban en el camino.

Ya en el 2do giro alcancé al pelao Barrios (2 veces porque se me salió la cadena y tuve que parar a ponerla) y luego a Víctor, ambos grandes corredores así que nos dimos ánimo, aunque temía sus pellizcos en la maratón. Más adelante vi a Rubén pedaleando erguido y supe que algo le había pasado. Al adelantarlo me dijo que era una lesión que venía arrastrando en la banda y que no lo dejaría terminar. Una lástima porque estaba haciendo una gran carrera. A esas alturas había salido viento y las piernas no respondían como al principio, así que bajé un poco el ritmo, sobre todo en las subidas, pero la pega ya estaba hecha y completé los 180 km en 4:56, algo completamente impensado y que me dejaba incluso con un margen para poder bajar las 10 horas.

Hice una T2 bastante rápida y salí a correr a unos 4:20-4:30 min/km siguiendo a un argentino que iba al frente, pero sabía que no podría mantener ese ritmo y por el km 6 bajé a mis planificados 5:00/km. Todo bien hasta la temida subida a Canasvieiras, que probó ser tan terrible como me la habían descrito. ¡Incluso caminando dolía todo! Casi al final un grupo de garotas tenía un parlante a todo volumen y hacían barra así que troté los últimos metros lo más dignamente posible, pero el esfuerzo me comió las piernas más de la cuenta y a la vuelta me sentí mareado al punto que tuve que caminar varios minutos, mojarme la cabeza y tomar Coca-Cola (algo que quería evitar hasta el final, pero ya no podía tragar un gel más ni menos tomar Gatorade). Luego comí un plátano y un pedazo de “bolo” (queque) y me sentí mejor, así que pude retomar el ritmo hasta completar el primer giro de 21 km. Cerca del retorno estaba la barra brava del TYM y luego Sylvia, Rubén y Jaime, gritándome los tiempos tan impresionados como yo. A la vuelta me cantaron que venía Feña (Fernando Almuna) a 3 minutos y acercándose con el mismo tranco largo con que nos apaleaba en los entrenamientos. Quedaban 2 giros de 10.5 km, pero al menos ya sin subidas así que había que intentar dar la pelea.

En el km 26 pasé a buscar mi bolsa de special needs y me cambié de zapatillas (de Saucony Kinvara a Newton Gravity), una cartita que tenía bajo la manga y que me resultó muy bien porque además de estar secas y sentir los pies algo más frescos, cambié a una pisada más agresiva y se notó el cambio de ritmo. Además ya me cruzaba bastante con compañeros del TYM (encabezados por el gran Marcelo Cárdenas), y se juntaba mucha gente en las calles prendiendo parrillas y tomando cerveza, con lo que daban ganas de terminar luego para unírseles. Mi Timex (TGT) aguantó fielmente toda la carrera con gps y a esas alturas me indicaba que incluso podía bajar las 9:50 si mantenía, así que la motivación estaba a tope. Pensaba en la Jesu y mi familia, que estarían siguiendo la carrera por Internet, en los largos entrenamientos y sacrificios, en el equipo, en los que no pudieron viajar o que tuvieron que retirarse (“¡Ponle por los dos!” me gritó Jaime) y no quedaba otra que terminar con todo. De repente me adelanta Andreas Sorensen corriendo muy fresco y nos felicitamos sabiendo que haríamos excelentes tiempos.

Finalmente pasé por tercera y última vez por el retorno, esta vez para seguir hacia la meta. Rubén me felicitó con unas palmadas en la espalda, Jaime me grabó con el celular y se lo mandó a la Jesu, más allá estaba Lalo del Team Bustos y otros chilenos también alentando… Quedaban unos 500 metros que se me hicieron eternos con el Sol directo en la cara. Finalmente escuché al animador, pise la alfombra azul y crucé la meta en: ¡9:47:29! Un tiempo que estaba fuera de mis mejores expectativas y que aún no termino de explicarme.

Detrás de la meta estaba Marcelo (que hizo un carrerón y logró su objetivo de clasificar a Hawaii) y luego fueron llegando Feña, Víctor, el pelao, Rodrigo Cárdenas y el resto. Tras engullir pizzas, galletas, helados y litros de Coca Cola, me fui al sector de masajes a ponerle el broche de oro perfecto a la carrera. Había unas 30 camillas (la mayoría desocupadas) con 2 masajistas cada una, equipadas de agua caliente con jabón, así que no sólo quedé masajeado, sino también bañado (bueno, bastante más limpio al menos). A la media hora se empezó a armar fila así que tuvieron que echarme y partí a buscar mis cosas, incluida la medalla. Vi llegar a un par de compañeros más y a revisar el celular, lo que me emocionó bastante al comprobar la cantidad de gente que había seguido la carrera y me felicitaba, realmente no podría haber pedido más (excepto que la Jesu hubiese estado ahí, pero al menos ella estaba mejor, sin dolor y feliz por mí).

Luego nos juntamos en un bar a compartir anécdotas con la satisfacción de haber cumplido nuestro objetivo y al día siguiente tuvimos la fiesta para festejar como corresponde (dentro de lo que el cansancio permitió). Entremedio, varios sucumbimos al consumo e hicimos horas de fila para comprar un carísimo cortaviento IM Finisher, pero sentimos que lo merecíamos. El martes volví a Santiago, cambiando el Sol y las playas de Rio por la lluvia y una pieza en la Clínica Las Condes, desde donde escribo este reporte, así que si lo encontraron muy largo pueden culpar al sistema de salud. Afortunadamente, el cálculo al parecer se soltó y no será necesario operar.

Recuerdo durante los pedaleos largos que quienes ya habían corrido un IM nos decían que el entrenamiento se sufría pero luego la carrera se disfrutaba. Tiene bastante de cierto, aunque ahora mirando hacia atrás creo que el proceso completo fue muy valioso para todos y la experiencia nos une ahora como grupo de manera muy especial. Sin duda fue uno de los desafíos más duros que he tenido y por lo mismo será uno inolvidable. Sólo me queda agradecer a mi señora, compañeros, familia, amigos y en especial a Rubén por todo el apoyo, paciencia, consejos, confianza y ruedas, sin los cuales no habría conseguido este resultado. ¡Grande el TYM!

Un abrazo.

Ernesto Aramburú
TYM

Fecha de la carrera: Domingo 26 de mayo de 2013

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