“Cierre de una puerta”


El bello balneario de Pucón fue testigo de mi primero y último triatlón, separados ellos por treinta años.

Como maratonista, entrenaba muchos kilómetros para lograr mejorar mis tiempos hasta que un día mi rodilla izquierda dijo basta, no más. Operación. La rehabilitación empezó con natación seguido por bicicleta, recién a los once meses pude reanudar el trote. De niño nadaba en la piscina del Stade Francais, la bicicleta era mi medio de transporte, por lo que no me fue difícil retomarlas, aunque habían pasado 30 años sin practicarlas. En ese momento me llegó una luz con un mensaje: “Tú puedes hacer triatlón”.

A los cincuenta y tres años en una bicicleta prestada y sin traje para agua, me presenté en Pucón. Me aventuraba a entrar a ese exigente deporte con la seguridad mental, producto de mi excelente condición de atleta. Con ello se abría una puerta en mi vida, para entrar a un mundo fascinante y lleno de desafíos, la que hoy he decidido cerrar, con nostalgia y agradecido de lo vivido.

No recuerdo exactamente cuántas veces participé en el triatlón más importante de Chile, Pucón, organizado exitosamente por el Club Deportivo Universidad Católica. Debieron ser unos quince.

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En los primeros años las distancias eran algo menores y la bicicleta se hacía Villarrica.

A los pocos años, la carrera es reconocida por la organización mundial Ironman, cambiaron las distancias (el trote se mantuvo hacia la dura península) y pasó a llamarse 70.3 que corresponde a la suma en millas de las tres disciplinas. Las nuevas distancias son: 1.900 metros de nado, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros corriendo.

La competencia está segmentada cada 5 años de edad. Recuerdo haber ganado siempre los dos primeros años (cuando era el menor de la categoría).

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Segundo fui en la de 50 a 54 y gané en la de 55 a 59 – 60 a 64 – 70 a 74 y 75 y más.

El tercer año llegaban “jóvenes,” que siempre me ganaron.

Años después inventaron los campeonatos del mundo. Acuden los ganadores de todas las sedes en que se realizan las competencias (aproximadamente cincuenta, ahora son más). Todos los años se hacen en diferentes ciudades, donde todos se esfuerzan por obtener los primeros lugares. Asistí a tres campeonatos.

El año 2009, en la categoría 60 a 64 en Clearwater, Florida, USA, donde terminé 10 (el mejor resultado que obtuve).

El 2014, en la categoría 65 a 69 en Mont Tremblant, Canadá, lugar 18.

Y el 2019 en la categoría 70 a 74 en Saint George, Utah, USA, lugar 12.

Mis tiempos: En mis primeros años hacía un poco más de cinco horas. Con el correr del tiempo y la disminución de la musculatura, los minutos para atravesar la meta fueron aumentando, hasta llegar cerca de las ocho horas en mi última participación.

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En mayo del 2001, con el fanatismo máximo de la locura de esta nueva pasión y como siempre aceptando nuevos desafíos, fui al Ironman de Florianópolis, Brasil.  

Las distancias mencionadas son el doble, es decir se termina corriendo un maratón.

Con muchas horas de preparación, equivalente a un trabajo de medio tiempo, sumado a mi amor propio, logré atravesar la línea de meta en 11 horas, 52 minutos y 54 segundos. Salí tercero en la categoría 50 a 54, lo que me permitió clasificar al Ironman de Hawaii, mítico lugar que es el sueño que todo triatleta quisiera poder participar.

En octubre de ese mismo año participé en esa hermosa y volcánica isla. Fascinante compartir con los atletas de elite, los mejores del mundo. Recuerdo que en el nado el agua estaba quieta, en la bicicleta hubo viento y el trote fue con una temperatura muy alta entre esas piedras negras de lava volcánica, que aumentan la temperatura ambiente por sobre los 30 grados.

Fue muy duro, cuando llevaba 13 horas mi cuerpo solo quería dormir, pero no podía tirar todo por la borda, usé los postes de referencia, caminaba un tramo y trotaba en el próximo. Continuamente recibí mensajes de mi mente “Vamos Julio, cada paso que das estás más cerca de la meta”. Llegué gateando en 14 horas, 6 minutos y 59 segundos. Fui llevado al hospital de campaña, donde no tardaron en inyectarme un litro de suero.

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Para la gran mayoría, la parte más difícil de la competencia es la transición de la bicicleta a correr, los músculos se demoran un tiempo en adaptarse. En los primeros años el trote era mi carta poderosa de triunfo, tenía las piernas necesarias para adelantar a muchos, ahora me es más difícil.

Es duro también la espera a la largada. El frío y la impaciencia por partir hacen que los minutos se hacen largos y cuando se daba la orden de partida, todos los competidores al agua, en los primeros metros era muy fácil dar o recibir una brazada. Hace unos años cambió, ahora la entrada es en grupos de cuatro separados de diez segundos.

En Pucón el domingo 7 de enero 2024 recién pasado, fue mi última participación en una competencia de triatlón en la categoría 75 y más años. Fuí el único inscrito de mi categoría, fácil concluir que era el participante más viejo de los 1.500 inscritos, lo que me produjo sentimientos encontrados, por un lado, ¡qué antiguo estoy! y por el otro, orgullo al atreverme a estar en la línea de largada.

Mi meta era hacerlo en 8 horas, fueron meses de preparación nadando, pedaleando y corriendo, buscando el límite exacto, entre no mucho para poder levantarme al día siguiente y sobre todo no agotar los músculos (ya si los trabajos cansados, la lesión no demora en llegar) y por el otro lado tener la fortaleza necesaria para poder soportar tal grado de exigencia.

Resistí la presión psicológica de tener siempre que levantarme y nunca olvidé que la competencia cierra a las 8:30 horas, es decir tenía solo un margen de 30 minutos para retrasarme. Un pinchazo (que lo tuve), un calambre, una caída o cualquier otro imprevisto que existe en el triatlón me dejaría fuera. Los últimos kilómetros del trote fueron penosos. Quedamos muy pocos en el circuito y al igual que yo, iban a duras penas, el público mayoritariamente se había retirado, sólo quedaban el incondicional apoyo de la familia y amigos, que en toda pasada no dudan en gritar frases de aliento.

La premiación de la noche fue linda y los presentes aplaudieron el mérito del mayor.

Con esta síntesis cierro esta puerta, que en un momento osé abrir sin saber dónde me llevaría.

Mi nieto mayor Lucas de 10 años participó en el Ironkids, quizás le va a gustar.

Con mucho orgullo, me retiro dejando a mi sucesor.

Julio Calisto

Marzo del 2024

Dedicado a mi club de triatlón de Algarrobo

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