Gran Fondo/Crónica Triatlética


Salimos a las 7 de la mañana con la firme intención de hacer nuestro último pedaleo largo antes de la magna cita. El cielo despejado y el Sol apenas empinándose por sobre las montañas eran el marco perfecto para dos solitarias bicicletas, que rompían el silencio de aquel tibio amanecer de 1993. Las preguntas se agolpaban en mi mente, seré capaz de aguantar los kilómetros?, llevo suficiente comida?, a qué ritmo iremos?, irá a hacer mucho calor?. Pero lo único realmente importante era que participaba de una experiencia épica, haciendo mis primeras armas en la larga distancia junto al mejor triatleta de nuestra historia y eso ya era suficiente premio. Encinitas, pequeña localidad californiana, recién despertaba y nosotros ya nos adentrábamos en el desierto para hacer 180k. Bustos, que duda cabe, marcando el ritmo y yo a estrictos 20mts detrás, pensando en que no podía rezagarme pues eso inevitablemente significaba perderse y Cristian no estaba para esperas a escasas semanas de Hawaii. El rito era conocido, sin concesiones y algo me decía que cada kilómetro que entrara en la cuenta de ahorro haría la diferencia después, a la hora de probarse.

Las horas pasaban y a medio camino nos vimos obligados a efectuar una detención rápida, para reabastecer agua y también para mojarnos de pie a cabeza, literalmente, pues el calor arreciaba y, como bien sabemos, arriba de la bici no hay lugar donde esconderse. Apenas un cruce de palabras y vuelta a los pedales, a los 20mts de distancia y a la concentración total. Una suerte de estado de gracia, donde ya no se piensa y sólo hay espacio para la respiración y el ritmo hipnótico de la cadencia. 160, 180, 190k y nada que hiciera pensar en que estábamos cerca de casa. De pronto, y por primera vez durante la jornada, Cristian mira hacia atrás y me hace señas para que apure. Llego a su lado y me lanza la sentencia lapidaria : “lalo, parece que nos perdimos”. La verdad es que es una lástima no tener registro gráfico del momento, porque mi cara se debe haber deformado en una mueca de incredulidad y cansancio. Un par de kilómetros más y como por arte de magia una figura despunta a la vera del camino, alguien estaba cargando algo en una carretilla. Metro a metro lo difuso se va haciendo nítido y descubrimos que un mexicano estaba amontonando pomelos recién cosechados. Un par de gestos amistosos y ya estábamos entrándole a los pomelos con una vehemencia difícil de describir pero que cualquier triatleta o ciclista pueden entender. Como sea, al final fueron más de 8 horas de pedaleo y, la verdad sea dicha, hasta hoy tengo dudas sobre cuan perdidos estábamos realmente. Yo quiero pensar que Cristian, tipo fogueado en las lides del largo aliento, me llevó a propósito a por los 264k que hicimos al final, sabiendo que serian vitales para la tranquilidad mental de cara al desafío que teníamos por delante. Recuerdo hoy este episodio triatlético con especial cariño y con el afán último de que seamos capaces de valorar y atesorar todos los pequeños y grandes momentos que dan vida a la historia de cada quien. Como alguien dijo sabiamente: “Las cosas no son porque existen, son porque se sienten, alguien las recuerda, les da vida”...

Eduardo Araya Serrano
Entrenador Triatlón
Team Bustos Tbank

Ex-Triatleta
Contacto:
9144 2247
eduaraya68@hotmail.com

 

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Si no fuera porque estás hablando del "demente" con el que saliste a pedalear, te hubiese escrito: "Lalo, pusiste un 2 en vez de un 1 cuando escribiste la distancia que pedalearon"... La verdad es que es como dices, fue un pedaleo épico.
Un abrazo Lalo!

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