Ironman Hawaii 1992: Un día inolvidable en mi vida


Tal como muchos triatletas en el mundo, decidí comenzar a entrenar triatlón con la idea de competir en el famoso Ironman de Hawaii. Cada vez que leía o escuchaba algo de esta fantástica prueba que se hacía en octubre en la Isla Grande de Hawaii, mi motivación seguía subiendo.

Mi primera experiencia en Hawaii fue en 1991 y no quedé conforme con mis 10 horas y 10 minutos. Explicaciones y justificaciones habían muchas, pero a mi, en lo personal y como buen ingeniero, me interesa concentrarme en las soluciones. Afortunadamente, justo después del Ironman del ´91 hablé con Ariel Wolfenson y juntos concordamos en un plan de 1 año, donde debería llevar un régimen de vida virtualmente como de un soldado de Sparta, que me debería llevar a tener un mejor resultado. Era arriesgado, ya que practicamente haría volúmenes de entrenamiento de un profesional, siendo que sólo tenía mis horas libres fuera de mi trabajo normal. Yo le dije que me arriesgaba, a pesar de qué existía la posiblidad de sobre entrenarse o agotarse mentalmente de tanta exigencia.

Tuve el apoyo de mi familia y en el trabajo y cómo es típico de mi, decidí cambiarme a otra parte, donde tuviera un poco más de flexibilidad a la hora de almuerzo y no existiera la típica cultura chilena de quedarse en la oficina hasta muy tarde. De ahí en adelante me dije que todo dependía de mi y de que tan tenaz y persistente podía ser.

Desde noviembre de 1991 y hasta septiembre de 1992 no perdí absolutamente ningún entrenamiento y mis planes consistían en jornadas triples en la semana y mega kilometrajes los sábados y domingos. El día de descanso lo calculaba por horas y consistía desde las 2 de la tarde del domingo y hasta las 7 de la mañana del lunes, que corría muy poco.

De lunes a viernes corría todos los días en la mañana, nadaba todos los días a la hora de almuerzo y en las tardes hacia rodillo martes, miércoles y jueves y pesas lunes y viernes. Los sábados y domingos eran mínimo 150 kms de ciclismo y el sábado corría 14 kms. Ni siquiera la lluvia de algunos fines de semana impedía que hiciera mi kilometraje. Si llovía hacía sesiones de rodillo de 6 horas o hacía 3-4 horas hasta que parara de llover y de ahí salía en una mountainbike. Como soy afortunado y nunca me enfermo o lesiono, eso me ayudó a mantener la consistencia.

Hipotequé casi todas mis vacaciones para poder llegar con anticipación a Kona y poder adaptarme al cambio de horario y el clima tan diferente al de Santiago. Salió muy caro lógicamente, pero después de todo, el sacrificio que había hecho por un año, bien me lo merecía.

En Kona estaba con Claudia, mi esposa, que también competía (el año anterior había salido 30ª en la general y 2ª de la natación). También estaba nuestro hombre de acero, Cristian Bustos. No compatimos tanto está vez como cuando fuimos a Canadá, donde incluso estabamos hospedados juntos. Vi a Cristian muy focalizado, alojando apartado de toda la gente, sin pasearse mucho por la expo y meterse mucho en todo el ambiente de fiesta que hay en la semana del Ironman. Se le notaba mucha confianza y una mirada muy especial. Cristian había salido 9º el año anterior y en Pucón le había ganado al mismo Mark Allen. Por esos años, Allen había pasado una racha de casi 20 carreras imbatible, donde competía los otros ya se daban por vencidos.

La Fortaleza mental de Allen era algo impresionante, era tanta su confianza en si mismo y su seguridad que los otros competidores lo sentían. Uno lo veía pasar en Kona la semana previa y parecía que todo se detenía, todo el mundo quedaba impresionado. Era claro que se estaba frente a una leyenda del deporte y no sólo del triatlón. Los años siguientes sólo hicieron crecer la leyenda de Allen.

Yo aparte disfruto mucho con eso, soy un admirador de los deportistas que han conseguido grandes cosas, y ahí me veía frente a los ídolos de este deporte, Scott tinley, Dave Scott, Scott Molina, Ken Glah, Paula Newby-Fraser, Jurgen Zack, etc.

Natación: La partida era masiva y los profesionales sólo los colocaban unos metros adelante, lo que le daba mas emoción. Recuerdo que me puse en 3ª fila, bastante abierto, para evitar recibir golpes y así no arriesgarme a no terminar la carrera. Creo tuve suerte en agarrar un buen grupo, que me permitió llegar al yate, donde se gira, justo en mi tiempo esperado de 31 minutos. Ya había menos caos y se podía nadar en grupos de nivel parecido. Al poco rato, me doy cuenta que quedo casi encima de una de las mujeres pro y me tengo que abrir para no pasarle por arriba. Al ver que tenía un traje de baño muy diminuto y era de piel morena, me dije que lógicamente era Fernanda Keller. Ella dice que en cada Ironman en el extranjero recibe de promedio 3 ó 4 proposiciones de matrimonio durante la carrera. Seguimos nadando en el mismo grupo y al salir veo el reloj en 1:03 lo que me dejó bastante contento.

Transición Natación-Ciclismo: Lo tenía todo muy estudiado y lo hice rápidamente, pero al salir note que incluso Keller se había ido. Seguramente fue porque les tienen las bicicletas en primera fila y se las entregan y yo tuve que ir casi al final del Pier a buscar la mía.

Ciclismo: Mi plan era hacer el ciclismo en 155 pulsaciones y ojalá entre 5 horas 5 minutos y 5 horas 15 minutos, dependiendo del viento. Desde el principio noté que me sentía muy bien e iba pasando bastantes competidores. Otra meta para mí era salir entre los 5 mejores latinoamericanos, así que siempre iba pendiente de los números con nombres latinos o de los que parecen latinos. Quería ser el mejor latinoamericano amateur y eso era fácil notarlo, ya que los profesionales eran bien conocidos: Bustos, los brasileros Ribeiro, Garzon y Raúl Boca. Dado eso, tenía que estar atento si me pasaba algún latino. Afortunadamente, sólo fui pasando apellidos latinos, así que eso me fue subiendo la confianza a cada momento. Recuerdo que a cada latino que pasaba le decia palabras de ánimo.

En el kilómetro 60, empieza la famosa subida de Hawi, que es el punto donde muchos dicen que recién comienza el Ironman. Es una subida gradual de 15 kilómetros, donde puede haber viento en contra o vientos cruzados muy Fuertes, que pueden hacer perder el control de la bicicleta. Me decía que ese era mi año e iba a tomar un riesgo controlado. Como había bastante viento cruzado y sino pedaleaba en la posición aero por 15 kilómetros, probablemente iba a perder mucho tiempo, por lo que decidí seguir en la posición aero, incluso cuando la bicicleta ya tenía un ángulo de inclinación importante.

A mitad de camino empiezan a pasar de vuelta los punteros, lo cual es todo un espectáculo. Me gusta mirarlos, ya que eso me motiva mucho. Para mi gran sorpresa y alegría, noté a nuestro “chico” Bustos metido en el pelotón principal, ese que siempre va vigilando a Mark Allen, como si fuera el Emperador de Roma. Adelante, y como siempre, iba el nadador Wolfgang Dietrich, pero como siempre le pasaba, toda la atención, los helicópteros, los autos, todos los ojos del mundo del triatlón estaban sobre Mark Allen y quienes estaban cerca de él. Luego de Dietrich pasó, en un grupo muy pequeño, Allen, Zack, Peter Kropko (el húngaro que era ingeniero, pero que había dejado la profesión para competir), Paul Huddle, Ray Browning, Pauli Kiuru, Jeff Devlin, Scott Tinley y nuestro Cristian. Verlo ahí, aparte de alegrarme mucho, me motivó en hacer algo bueno en nombre de los triatletas ‘de oficina’.

En el retorno, me preocupé de mantener mi régimen de ingesta de calorías, no menos de 300 y no más de 400 kilocalorías por hora y líquidos cada 10 minutos. Seguía pasando competidores, conté más de 100 y no creo me hayan pasado más de 10. Tenía muy claro que lo más importante era la maratón y sobre todo terminar el ciclismo sintiéndose muy bien. Se que la gran mayoría se esfuerza más de la cuenta en la bicicleta, por lo que si a pesar de eso, estaba pasando mucha gente, entonces era otro índice de que estaba muy bien. Mi promedio seguía en 36km/hora, lo que me haría llegar justo en mi tiempo esperado.

Había pasado a casi todas las mujeres pro muy fuerte, incluyendo a Keller, lo que también era un buen indicio. Tenía también como meta ganarle a todas las mujeres, aunque sabía que Newby Fraser era un cuento aparte, pero bueno, soñar no cuesta nada y por algo existe el famoso dicho para el Ironman de Hawaii “Anything is possible”. A esas Alturas, ya mi motivación estaba tan alta y mi concentracion tan fuerte, que no dejaba espacio para pensamientos negativos. Recuerdo que sólo me decía a mi mismo: “estoy bien, me siento excelente, en la maratón voy a correr muy bien, le voy a ganar a todos los latinos, etc., etc.”.

El ciclismo era básicamente 85 kilómetros para afuera de la ciudad, retorno en la ciudad de Hawii, llegada a Kailua Kona y 10 kilómetros por la costanera de Kailua, entre medio de miles de expectadores y hasta el Hotel Kona Surf, donde era la transición.

Cuando iba por la costanera, y me quedaban como 5 kms para llegar al Kona Surf, sentí el típico ambiente cuando va a pasar el puntero, helicópteros, motos, gente gritando, parlantes muy fuertes, etc. Recuerdo patente el momento, que para mi gran sorpresa, vi que el puntero y en solitario era Cristian. Iba corriendo con una tricota usada y medio cortada con tijera y mirando para atrás y con cara como si se hubiera robado algo y tenía que arrancar. Claro que estaba mirando para atrás…mirando para atrás, para ver donde venía Allen, el famoso “Grip of Death”. Era a esas Alturas, donde todos sabían que el que corría adelante o con Allen tarde o temprano iba a sucumbir ante la “Garra de la Muerte”. Pasada la gran impresion de ver a Cristian puntero y en solitario del Ironman de Hawaii, sigo con mi plan.

El grupo de persecución del ciclismo, donde Cristian iba, se había mantenido compacto hasta casi la transición, sólo se habían quedado rezagados Browning, Glah y Kiuro por un pinchazo. Cristian había hecho la transción más rápida, aprovechando que todos los otros se miraban y vigilaban entre ellos, no se puso shorts para correr y salió del Hotel muy rápido. El mismo contaba después que lo único que pensaba cuando iba en la punta era sobre Allen y de qué cuando éste lo iba a pillar. Quizás tenía pensando darle un cambio de ritmo más adelante, como en Pucón.

Mi tiempo en el ciclismo (sumada la T1) fue de 5:10. Todo según lo planeado.

Transición Ciclismo-Trote: Llegué a la transición y al bajarme note que no tenía los típicos dolores de espalda, ni estaba muy adolorido de piernas. Hasta ese momento, todo iba perfecto y en mi mente no me cabía duda que iba a hacer una gran carrera.

Trote: Pasé a la mujer que iba en 4º lugar, Terry Schneider, muy fuerte y con eso sabía que sólo me quedaba adelante Newby Fraser, Thea Sybesma que había corrido en 9:02 en Roth en Julio y Julianne White, la canadiense. En el kilómetro 14, ya saliendo de Kona y enfilando por la carretera al aeropuerto, ya había pasado a algunos brasileros y argentinos, por lo que calculaba que sólo estaban adelante Bustos, Ribeiro, Garzon y Boca. No podía sentirme más “aleonado” en ese minuto, todo iba saliendo a la perfección, mi ritmo de maratón era exactamente 7 minutos por milla, cada milla la pasaba en 7:01 ó 7:03, como un reloj. Ese ritmo me daba 3:02 ó 3:03 en la maratón, que era lo que pensaba hacer.

A a mitad de la maratón, y a pesar de hacer los últimos kilómetros de subida, con una pequeña pendiente, sigo con mi ritmo de 7:02 por milla y pasando a muchos competidores. Siguen los kilómetros y mi concentración y ritmo siguen muy bien y sin problemas. Empecé a sentir mucho calor corporal y rápidamente me puse a pensar que tenía que arriesgar un poco en ver la manera de bajar la temperatura. Ese año se experimentaba con unos collares de hielo, eran de un material sintético y con un diámetro que permitía meter varios cubos de hielo adentro. Sabía que no habían muchos y que eran para los punteros, pero como ya estaba entre los 100 primeros y corriendo alrededor de los profesionales, tome uno de esos collares y me lo amarré firmemente al cuello. Me pareció que mi temperatura corporal se empezó a estabilizar, por lo que incluso pude acelarar un poco. Al poco rato paso a Thea Sybesma y a Gustavo Garzon. Con eso me dije “me quedan sólo dos mujeres y 3 latinos adelante”, ya estaba puntero y lejos de los otros latinoamericanos amateurs. No era suficiente, sabia que podía conseguir más si seguía corriendo a 7 minutos por milla, que es aproximadamente 4:20 por kilómetro.

Antes de entrar al famoso “Energy Lab”, el lugar más caluroso del Ironman de Hawaii para los que terminan antes de 10:30, noté que empezaba nuevamente el desfile de los punteros. Entre un mar de motos, noté la figura inconfundible de Mark Allen, corriendo como una gacela y pareciendo detener el tiempo. Venía con un ritmo infernal y una técnica que muchos decían era perfecta, tan perfecta que le permitía agarrar un vaso de agua corriendo bajo 4 minutos el kilometro, tomarlo completamente y no botar casi ninguna gota. Una vez más el “Grip of Death” había hecho de las suyas y la victima había sido “nuestro” Cristian Bustos. Presenciar ese tipo de momentos, que son parte de lo más preciado de la historia del triatlón, es algo que nunca voy a olvidar en mi vida.

Unos 4 minutos más atrás venía corriendo Cristian, venía muy sólido, pero mirando para atrás. Le grité con todo lo que tenía para que no mirara para atrás y sólo corriera. Yo creo que él hacía exactamente lo que tenía que hacer, había corrido mano a mano con Allen, por casi dos horas, hasta que Allen le hizo un fuerte cambio de ritmo, sabía que ya no iba a pillar al “Grip”, así que tenía que dosificar, para controlar a los que venían atrás, sobre todo a Kiuru, que había pinchado en la bici y se estaba acercando.

Cuando me quedaban 5 kilómetros y ya se ve la ciudad y hay más gente mirando el desfile de triatletas que van llegando a la meta, escucho dos veces que el público me grita que voy en el lugar 60. No podía más de mi emoción por ir tan adelante y cometí mi único error. Al pensar que quedaba tan poco aceleré un poco mi ritmo y me salté un puesto de agua. Grave error. Luego aprendí que a esas alturas el cuerpo ya está funcionando practicamente como un auto, donde la glucosa que uno toma en el camino es el único combustible que se puede usar. Ya no hay glicógeno en los músculos e hígado y el metabolismo de las grasas no es suficiente para ese nivel de exigencia. En materia de minutos y después de ir corriendo casi a 4 minutos por kilómetro, quedé reducido a casi una caminata y empezaron a pasarme competidores por primera vez. No me había pasado nadie en la maratón y ahora me estaban pasando y me sentía muy mal. Tenía que mantener la calma y no dejar que a última hora se me arruinara la fiesta. Al siguiente puesto tome más de lo recomendado y me conseguí una caramagiola con Coca-Cola. Empecé a sentirme un poco mejor y a trotar más decentemente.

Ya estaba bajando a la ciudad, cuando escucho ruido de motos y un helicóptero cerca mío. Miro para atrás y para mi sorpresa y enojo era Thea Sybesma, la holandesa que habia hecho casi 9 horas en Roth. No podía dejar que me pasara y que me siguiera pasando gente, me dije. Como por milagro me volvió la energía y pude correr esos últimos kilómetros a muy buen ritmo.

Ya corriendo por Alii Drive y al escuchar el ruido de los últimos metros y ver el reloj de la meta me doy cuenta que habia conseguido mi objetivo. Cruzo la meta muy emocionado y luego de recibir saludos de la gente y algunos conocidos, no pude contener mi emoción. Había sido un año completo, donde había hecho un sacrificio y esfuerzo extremo para poder lograr un tiempo como el logrado. Había salido 78 en la clasificación general, con 9 horas 26 minutos y 15 segundos. El tiempo de la maraton había sido de 3 horas 9 minutos, aunque oficialmente fue de 3 horas y 12 minutos, ya que incluyen la T2.

Al poco rato conozco al famoso Rolando Hidalgo, el chileno que vive en Kona y que había corrido con una trompeta y a pie pelado al lado de Cristian los últimos 200 metros antes de la meta. También vi a Rafael Quiroga, el organizador del primer triatlón en Chile y que había ido pensando que Cristian iba a tener una actuación extraordinaria. En realidad, no creo que haya dicho cosas muy cuerdas cuando hablé con ellos, estaba demasiado emocionado.

Luego, en la tarde, nos reunimos con Cristian y todos los chilenos a celebrar. Al día siguiente acompañe a Cristian a la reunion de prensa para ayudarlo con el inglés y en lo que pudiera. Cristian había salido segundo en el Ironman de Hawaii, lejos el triatlón más importante del mundo, una competencia seguida por millones y millones de personas y que llena numerosos y valiosos espacios de prensa en todo el mundo occidental, pero él era la misma persona sencilla y amable de siempre.

Para mi, en lo personal, me decía que todo el sacrificio había valido la pena, la emoción vivida ahí iba a estar conmigo por el resto de mi vida. Seguramente, cuando volviera la oficina me podrían preguntar si es que “gané la competencia” o si “corría mucha gente” o si fue “muy entretenida”. Todo eso no importaba, con lo que había vivido ese día 10 de octubre de 1992 me sentía el hombre más féliz del mundo.


Daniel Labarca

Triatleta Amateur

Ironman - Ironman 70.3


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Daniel, excelente e inspirador relato. Un abrazo.

Siempre me recuerdo de esos años de sacrificio cuando ni tomabas helado por las grasas y eso.
pero valio la pena, y solo ese recuerdo queda, el esfuerzo , el sacrificio por lograr un objetivo impeusto por ti, buenos comentarios tuyo y muy emocionante.
ahh se me olvidaba , dile a Claudia que aún tengo su ex Trek que solo la saca para pasear en diciembre .

te felicito Daniel por lo que representas en el triatlón a nivel mundial y Chileno.

He sido uno de los afortunados que pueden decir que esta gran historia ya la he escuchado, pero directamente de Daniel pedaleando acá en Piedra Roja.
Es una de las miles de historias que él tiene para compartir, es un ejemplo de constancia, perseverancia y resultados.
Daniel vive para el Triatlon y la gracia que es un "oficinista" como muchos, pero deportista real como muy pocos.
Espero escuchar o leer mas historias tuyas
Te deseo el mayor de los éxitos este domingo 30 en Brasil...
Gracias por tu sencillez y amabilidad
Cesar

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