Emilio Becker: “Llegar a la meta para tocar la campaña y despertar”


Race Report Patagonman 2019

De 300 inscritos, sólo 200 se subieron al ferry, es verdad que por la contingencia nacional muchos ni llegaron a Chile. La verdad que los días previos tocó mucha lluvia y viento helado, y si a eso le sumamos que el agua del fiordo es súper helada. Inclusive me sentí algo raro subiéndome al ferry y que en el control me pusieran cara de lástima por andar sin guantes y ni botines. Así lo había hecho el día anterior y no iba a nadar con algo con lo cual no había practicado antes. Afortunadamente, arriba no fui el único así, había un inglés, un mexicano y yo, el chileno.

El ferry comenzó a elevar su puerta y comenzó a moverse, el cielo estaba estrellado y cero vientos. 30 minutos de recorrido, comenzaron a abrir la puerta y con ello la opción de mojarse con una manguera para sentir el agua, no estaba tan helada y junto a eso un amanecer que iluminaba el fiordo por donde tendríamos que nadar. Nos dieron las últimas indicaciones y al agua. Entre el primero y el último no existirían más 8 minutos, cuando tocó mi turno salté sabiendo desde ya que, en el otro extremo de Chile, a más de 180 km, alguien ya estaba poniendo el cordero al fuego para esperarnos.

Me di cuenta que no era el mismo frío que en el “social swim” de dos días atrás. A los pocos minutos se escuchó la partida y comenzamos. La visibilidad a donde ir fue sencilla, ya que había un barco y además todos nadábamos con una boya con luz. El primer tramo del nado me recordó que no fue más helado que nadar en la piscina de mi ex universidad en invierno, pero el tramo siguiente donde pasamos el barco, donde teníamos que ir rumbo al puerto, se sentía mucho más congelado y con algo de oleaje producto del viento. Mis manos y pies estaban algo rígidos, por lo que de a poco cambiaba de posición para que no se durmieran, esta parte del nado inclusive me asustó un poco, porque ya comenzaba a sentir frío y muy duras las piernas, sin tratar de caer en pánico me asustó pasar por el lado de una boya de las que usábamos que estaba detenida, llegué a pensar que tal vez alguien estaba sin movimiento, pero al mirar atrás y pensar regresar, vi a alguien que chocó con la boya y la corrió, por lo cual fue simplemente a alguien que se le soltó.

Al salir del agua, en el cemento me dolieron los pies. A eso hay que sumar que cuesta estabilizarse y caminar. Mi support (Cristian, quién andaba con su familia y que pude calzar porque iremos a las Catedrales de Mármol) nunca había visto un triatlón y obviamente estaban en shock, afortunadamente me esperaba con una sopita y ayudó en vestirme, ya que las manos y pies los sentía totalmente torpes.

Con el día despejado y viendo algunos como salían, descarté el plan A de irme vestido anti lluvia, viento y frío. Salí en la bicicleta y de a poco volvía a sentir los dedos de las manos, los dedos de los pies fueron recién pasado el km 40. Todo el paisaje era increíble, nada de envidiarle a las series de “Game of Thrones” o “Vikingos”, la cantidad de verde, agua y cascadas que veía fue único. Me di cuenta de que al avanzar muchos iban recibiendo support cada 10 ó 20 km, yo sólo le dije a mi support que estuviera en el km 45 y km 135. En el primer encuentro, me tomé una sopa y opté por subir un poco el asiento de la bicicleta, los primeros 90 km de tramo se me hicieron rápidos y fáciles porque lo había recorrido en auto cuando fui al social swim, y si bien parte del tramo siguiente también era conocido porque fui varias veces al aeropuerto en auto, el paisaje como ya cambió a planicie se me hizo un poco monótono, hasta que doblamos ya en dirección a Cerro Castillo que comenzaba algo totalmente nuevo. En el km 120 vi a mi support y su familia quien me ofreció plátanos y Gatorade, le dije que nuevamente nos viéramos en 30 km más por si necesitaba algo. La verdad que en alimentación me sentía muy cómodo, consideré 1 gel cada 45 km, tres barritas, y una botella de agua, el calor era súper agradable, así que no se necesitaba más, pero ya en ruta a Cerro Castillo se venía el gran esfuerzo, la subida a la “cuesta la dormida” o “Farellones”, el sol reventaba en el cemento y el calor se sentía, más todo el esfuerzo del pedaleo, me quedé sin agua y con ganas de comer algo salado, pasé al km 160 y no vi a mi support, llegué a pensar que tal vez se había equivocado y partió a la meta, y si fue así ¿quién me pasaría mi ropa para después correr? Con toda esa preocupación en mente, me recordé, por qué hago este deporte, y la respuesta es porque lo disfruto y lo paso bien, así que volví a esa máxima y le pedí a alguien que me pudiera dar agua, así avancé.

Ya cuando pasé por cuanta subida, falsos planos y con vientos en contra, venían los últimos minutos de pura bajada con una vista panorámica única a todo el Parque Nacional Cerro Castillo, muchos cerritos con nieve y con una vegetación muy distinta. Toda esta bajada no se si fue buena, con la velocidad que tomé sentí que mis músculos se contrajeron, pero el viento me dejó el cuerpo mucho más fresco para entrar al pueblo y ver con felicidad a mi support que ahí me esperaban con mis ropas para el trote y la espectacular vista de las montañas.

Me cambié completo, comí un poco de jurel y papas fritas, siempre dejando espacio para ese cordero al palo que me espera en la meta, algo de fruta y comencé el trote, que según leí los primeros 10 km serían de Trail. No me gustaba eso, pero volvía a mi máxima, de disfrutar todo al máximo, este trayecto fue como irse de retiro espiritual, no había público, ni ruido, era la naturaleza y yo, era un recorrido bien señalizado y muchos corredores se lo tomaban con calma, las subidas (que tenía muchas) eran para caminarlas, aquí me encontré con varios de la bici, nos fuimos hablando un montón, hasta que de la nada había que pasar un río a pata pelada, muchos pasaron con todo, pero yo recordaba después las ampollas, así que descalzo pasé y nuevamente mis pies entraban en shock pensando que íbamos al fiordo. Seguí caminando y en el puesto del km 10 aproveché de tomar harto líquido, con quien venía me dijo que habíamos recorrido 90 minutos en ese trayecto, por lo cual no calzaríamos con los tiempos con mi support, le había dicho que se fuera a la meta, dejara el auto y tomara el transfer hasta el km 30 para que me espere en 3 horas más, claramente pasaría por ahí en 4,5 horas.

Los siguientes 10 km todo el camino era de tierra con mucha subida, al menos ya era camino y no sendero, aunque igual se agradece correr por pasto. Aquí las pilas se le fueron agotando a algunos y fui pasando gente, la misma que me había pasado al principio, ya nadie hablaba, se notaba en sus caras el cansancio, tenía la fe que después del km 20 era cemento y bajadas, pero nada de eso ocurrió, tocaban dos subidas y camino plano, todo en camino de tierra. Me animé y seguí, el viento helado a veces aparecía, igual siempre anduve con mi bandana para taparme las ojeras. El sol ya se perdía en medio de todo los grandes murallones que uno pasaba, ya se notaba la cuesta abajo y el ruido de un río. Pensé en un momento que podía ser la calle donde pasaran los autos, pero no, un caudaloso río que al atravesarlo por el puente ya podías ver gente dando ánimo a que continuaras.

Seguí cuesta abajo y en un curva noté que los corredores llegaban y eran esperados por su support, había llegado al km 30, miré para todas partes y estaba solo. Por un lado me aliviaba pensar que no me estuvieron esperando con la sensación de que tal ya había pasado, pero por otro, igual extrañaba algo de agua, fruta o comida, cambiarme los calcetines y la ropa, por ahí alguien me pudo dar una botella y con sólo eso me fui feliz por los últimos 12 km, que para mi fue muy terrible por todo ese camino de tierra y piedras. Definitivamente fueron mejores los primeros 10 km de sendero, donde había pastito, mis plantas de pies ya no daban más, inclusive pasé por unas cataratas de espectacular vista, pero me preocupaba saber cuanto tiempo más me quedaba por llegar y cuando comenzaba el pavimento. Un fotógrafo me dijo que ya había llegado, sólo faltaban 5 km y los 500 m serían de cemento, el trayecto se mi hizo eterno, llegaba a tropezar con las piedras. A ratos me ponía a trotar, pero ante tan irregular camino ya pensaba que podía caer, más aún que el sol ya se estaba escondiendo y ni linterna se me había ocurrido traer. Hasta que vi a lo lejos las luces de una sirena y pasos de autos, era la zona pavimentada, caminé más rápido y los banderilleros me daban ánimo, doblé a la derecha y al fondo se veía todo iluminado, me motivé en hacer el último trote, me vió mi support con su familia, y juntos llegamos a la meta para tocar la campana y despertar, se terminaban 16:13:58 de esta aventura.

Pregunté por el cordero, ¿Dónde estaba?, no hubo. ¿Masajes?, ya se fueron. ¿Ducha?, el gimnasio cerrado. Afortunadamente tenía a mi support y su familia que disfrutaron tanto como yo de cada minuto, circuito, paisaje y clima. Con lluvia esto sería otra historia.

Emilio Becker

Fecha de la carrera: Domingo 1 de diciembre de 2019

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